domingo, 10 de noviembre de 2013

La felicidad de las cosas sencillas

La vida es lo que ocurre mientras tu planificas lo contrario. La cita no por repetida deja de tener menos actualidad. En estos momentos de crisis del periodismo y también de la política recobra más protagonismo si cabe. Cada día nos empeñamos en planificar algo, marcar un camino, una línea recta que nos haga avanzar y mirar hacia adelante pero la realidad es a veces demasiado tozuda. Decía Ortega y Gasset que el hombre es él y sus circunstancias. Seguramente no exista una mayor definición de la realidad donde nos movemos a diario.Y a veces con una tremenda carga de injusticia.
Estamos en una sociedad que camina demasiado deprisa y con una crispación sumamente peligrosa. Esa sociedad que está provocando entre las personas un caminar dificultoso, o lo que es peor un caminar hacia atrás donde el rencor y la negatividad predominan sobre todas las cosas. El Papa Francisco, hablando de los gays, ha puesto un espejo en la cara de muchos cuando se ha preguntado ¿quién soy yo para juzgar a nadie? Toda una lección de tolerancia y de paz la del Pontífice.
La sociedad la formamos las personas y todos somos reponsables del fracaso social. Hay veces que es aconsejable pararse y preguntarnos si el camino que llevamos no acabará volviéndose contra nosotros alguna vez provocando un daño a veces irreparable. No hay nada más grandioso con las cosas sencillas, las cosas pequeñitas que cantaba Nolasco. La vida está llena de pequeñas cosas sencillas que la hacen grande, De palabras, de gestos y actitudes que nos pueden llenar más de felicidad que cualquier premio millonario en la lotería. Ya se sabe el dicho de aquel que era tan pobre que solo tenía dinero. He visto mucha gente feliz con cosas sencillas en una sociedad sencilla. El diálogo y el poder de la conversación entre las personas, como recientemente refería en un gran articulo Juan Manuel de Prada, son el pilar sobre el que se construye una sociedad.
A veces es necesario pararse y pensar y darnos cuenta que el problema de nuestra infelicidad en la vida puede estar en la forma en que queremos llevar esa vida. Aunque es evidente que cada uno administra su felicidad o su fracaso como cree mas conveniente, Lo único cierto es que la experiencia es la única que nos puede hacer ver nuestros aciertos y errores, Y la capacidad de análisis meticuloso de todo lo que hacemos. Una actitud serena ante la vida y los problemas nos permitirá seguramente planificar la vida de forma que no acabe siendo lo contrario de lo que ocurre, que no se convierta en una montaña rusa. Quisiera terminar esta reflexión con las palabras de Teresa de Calcuta: ama hasta que te duela.

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